Luz al final del túnel
Padre Hugo Tagle@HugoTagle
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Padre Hugo Tagle
Estos años de pandemia nos han llevado a redescubrir nuestra fragilidad y vulnerabilidad. No podemos dominar, ni predecir ni controlarlo todo. La peste ha dejado en evidencia muchas fisuras en el entramado social; la importancia de una red solidaria interconectada y con mirada universal. Somos desafiados en nuestra voluntad de acercarnos y tender lazos.
Se ha hecho casi una rutina religiosa ver en los portales de medios el número de fallecidos por Covid. Sabemos que vamos a morir algún día, pero ello se nos ha hecho más patente. Buscamos legítimamente medios de subsistencia, de robarle tiempo a la vida, de estirar la cuerda y evitar su dolor. Los que han pasado el mediodía de la existencia, notan cuán breve y frágiles son sus cimientos.
“La fe cristiana no es placebo ni ansiolítico. En el camino de Jesús se redescubre la realidad humana en toda su grandeza y miseria”.
Si, somos pasajeros en tránsito, de andar “ligeros de equipaje”, como dice Machado. “La pandemia, dice el Papa Francisco, nos ha despertado bruscamente del peligro mayor que siempre han corrido los individuos y la humanidad: el del delirio de omnipotencia”. Este ha sido un tiempo para asumir nuestra debilidad, para entender que las dificultades se resuelven por la vía del diálogo, la solidaridad y humildad. Nos necesitamos unos a otros. La soberbia es mala consejera.
El mundo cristiano se prepara para celebrar el triduo pascual, comenzando con el viernes santo. Son días en que se revela el Dios que acompaña y alienta a la humanidad en su camino de dolor. Muchos han sufrido muchísimo. Humanamente hablando, se comprende su desesperanza y desazón.
La fe cristiana no es placebo ni ansiolítico. En el camino de Jesús se redescubre la realidad humana en toda su grandeza y miseria. Su misterio nos abre a la realidad del otro, para solidarizar con él, no como un extraño o enemigo, sino como amigo y hermano. Jesús se inserta en el mundo con todo realismo, haciéndose uno en nuestro destino, solidario en nuestra condición y paciente de nuestro dolor. En el Cristo del calvario se invierte la perspectiva religiosa que cree glorificar a Dios situándolo lejos: Él está aquí, caminando a nuestro lado y compartiendo nuestro dolor, aflicciones y esperanzas.
Son días para una buena mirada retrospectiva, para detenerse y sumergirse en nuestro interior. “Quien habla solo, espera hablar a Dios un día”, nos dice el mismo Machado.
Pero esto no termina el viernes. Hay una “majadera esperanza” en esta mirada peculiar de la vida, de la naturaleza humana, al celebrar el domingo de Pascua. No todo está perdido. Nada está perdido. Estos días invitan a contemplar la vida desde esa perspectiva. Ella lo cambia todo.